domingo, 24 de abril de 2016

24/04/1201: El 24 de abril de 1201, a casi cincuenta años de su muerte, don Rodrigo Jiménez de Rada firmó su testamento en el que hacía promesa firme y por escrito de ser sepultado en el monasterio de Santa María de Huerta (Soria).

Rodrigo Jiménez de Rada fue una de las figuras más importantes de la sociedad política y cultural de la Hispania de los siglos XII y XIII. Nacido en Navarra en 1170, hijo de Jimeno Pérez de Rada, consejero este de Sancho VII de Navarra, y de Eva de Hinojosa, descendiente esta de los Muñoz de Finojosa, de Hinojosa del Campo y de Boñices (ambas localidades sorianas). Asimismo, fue sobrino de San Martín de Finojosa, abad del monasterio de Santa María de Huerta.

En la época en la que redactó su testamento se encontraba estudiando Filosofía y Derecho en la universidad de Bolonia y Teología en la de París. Dicen que hablaba euskera y castellano como lenguas maternas y que dominó también el latín, italiano, francés, alemán, inglés, árabe y, posiblemente, griego y hebreo.

Fue una figura típica de su clase en la época que le tocó vivir pues al tiempo fue militar, arzobispo, historiador, estadista y diplomático, consejero del rey de Navarra y de Sancho VII y de los castellanos Alfonso VIII y Fernando III, de quien fue canciller. Organizó la cruzada cristiana contra los almohades de Al-Ándalus dirigiendo personalmente varias campañas de la guerra de Reconquista, entre ellas la de Las Navas de Tolosa; ganó, por donación o conquista militar, numerosos señoríos en todo el territorio castellano, el principal de ellos el adelantamiento de Cazorla; sobresalió en los concilios de Letrán y Lyon. Erudito y políglota, fue también autor de una crónica titulada “De rebus Hispaniae” también conocida como “Historia gótica o Crónica del tolerano”, en la que se describe la historia de España desde sus orígenes hasta 1243.

Tras una larga y fecunda vida murió en 1247 a bordo de un barco en el que navegaba por el Ródano de regreso del I Concilio LugdunenseSu cuerpo fue embalsamado y trasladado al monasterio de Santa María de Huerta para ser enterrado, y no decimos para descansar en paz pues su sepulcro fue abierto en numerosas ocasiones desde el siglo XVI hasta la última, que se sepa, en 1968.

Momia de don Rodrigo Jiménez de Rada en una fotografía de Aurelio Rioja de Pablo en la apertura de 1907; publicada al año siguiente por la Real Academia de la Historia en su boletín.

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