El 4 de mayo de 1912, un abatido Antonio Machado que probablemente ya había asumido la inminente muerte de su esposa, firmó uno de sus poemas más famosos, el titulado: “A un olmo seco”. En él, Machado mostraba a las claras su corazón roto, dejando un mínimo resquicio a la esperanza en forma de “milagro de la primavera”.
Aquel poema quedó un tiempo guardado en alguna carpeta y, aunque al menos una copa envió a Miguel de Unamuno en un papel con membrete del Casino de la Amistad, no se dio a conocer al público en general hasta su publicación el 30 de noviembre de 1913, en la página 3 del número 1 de la revista ilustrada “Duero”, una publicación periódica que apenas se editó durante cuatro meses y casi desconocida, pues pocos son los que guardan alguna copia, si acaso una reproducción por fotocopia de mala calidad pasada de mano en mano en la que aparece el poema con la fotografía de Fernando Estrada, de un árbol junto al río Duero, en el paseo de San Saturio.
Sabiendo con seguridad, ya lo hemos comentado en alguna ocasión, que el actual “Olmo seco” del atrio del Espino no fue el que inspiró el poema ¿pudo ser alguno situado junto al río Duero? El poema parece situarlo en “la colina que lame el Duero”, pero también se refiere a él como el “olmo del Duero” que puede ser “arrastrado por el río hasta el mar”.
Todos
sabemos del interés de Antonio Machado por el paseo a la ermita de San Saturio,
lo que unido al hecho de que el fotógrafo inmortalizara aquel árbol en
concreto, nos lleva a suponer que es probable que sí fuera alguno de los que
abundaban en aquel paseo, hasta que la grafiosis los eliminó, o que, como dice
el poema, fuera cortado por el leñador o arrastrado por la corriente. Miguel
Moreno en sus particulares visitas guiadas lo aseguraba sin duda, basándose
además en la tradición popular que él conoció durante su juventud.
Fotocopia de referida publicación cedida por Miguel Moreno en 2003. |
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