lunes, 13 de julio de 2020

13/07/1340: Preparativos de la batalla del Salado.


El historiador Agustín Rubio Semper recordaba en una de sus investigaciones que tal día como hoy de 1340 la villa de Ágreda, más o menos como todas las poblaciones castellanas, recibió la visita de un emisario real, en este caso un ballestero, que traía órdenes del rey en donde pedía reclutar en la villa y sus aldeas a quince hombres a caballo acompañados de dos peones a pie, así como que recaudase media fonsadera para destinarla a los gastos militares. El documento recoge algunas cuestiones muy interesantes como que un caballo costaba entonces dos mil quinientos maravedíes pero no dice a qué batalla correspondía semejante esfuerzo militar, aunque conociendo el entorno histórico no hay duda en averiguar que esos hombres participaron en una de las batallas más importantes del proceso de la reconquista, la batalla del Salado.

        Cuatro meses antes la flota castellana del rey Alfonso XI, auxiliada por algunas naves aragonesas, había sido derrotada en Algeciras por la flota musulmana de una coalición marroquí-granadina. Pero el control de esa parte de la península resultaba fundamental en la estrategia de la Reconquista cristiana pues, controlando el Estrecho, se podrían romper las comunicaciones y transportes entre la península y el norte de África. Sus fuerzas y recursos estaban mermados desde la derrota de marzo pero el castellano, que en su afán de eliminar al infiel se sentía rodeado de una aura mesiánica, no dudo en formar una nueva coalición cristiana y consiguió del papa Benedicto XII una bula que calificaba aquellos combates como guerra santa, lo que, además de ciertas ventajas económicas, elevaba la batalla a la categoría de cruzada y a los caídos como mártires. Lo peor, sin duda, sería pactar con su suegro, el rey Alfonso VI de Portugal con quien tenía una difícil relación, pero la ocasión lo merecía y, haciendo de tripas corazón, llegaron a un acuerdo.

        La batalla, ya lo veremos en su día, resultó propicia para los cristianos y supuso un paso de gigante en el proceso de la reconquista peninsular al que el mismo monarca quiso darle la puntilla. Pero unos años después, estando en Gibraltar, murió a causa de la peste. Y lo cierto es que, desde esa fecha y durante siglo y medio, sus descendientes en el trono dejaron aparcado el asunto de la reconquista, y dedicaron sus esfuerzos más a matarse entre ellos  o con otros monarcas cristianos, que a luchar contra el enemigo común.

Alfonso XI en la entrada los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos, Córdoba,
por Alberto Arribas.


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