viernes, 3 de julio de 2020

03/07/1609: La puerta del Postigo de Soria.


En la fecha de hoy de 1609, “los caballeros, concejo justicia y regidores de Soria” dieron por buenas las obras de reconstrucción y adecuación de la principal puerta de la ciudad, la Puerta del Postigo, en la que dispusieron colocar sobre el arco el escudo imperial de los Austrias y dos escudos de la ciudad. El artífice de esta obra, el escultor y cantero burgense, Juan de la Torre, recibió por esta obra 1.100 reales.

        A comienzos del siglo XVII el Collado era ya la principal vía de tránsito y comunicación de la ciudad que, en su eje este-oeste, desde el río hasta la Dehesa, vertebraba la ciudad amurallada y tendría sus principales accesos por el puente del Duero y por esta puerta del Postigo, entre las actuales calles Claustrilla y Puertas de Pro. Esta puerta del Postigo permitía acceder al interior de la ciudad a una población que, cada vez más numerosas, habitaba en este sector de la ciudad, fuera de las murallas.

        La Puerta del Postigo cerraba la ciudad entre el Collado y la actual plaza del Marqués del Vadillo, situando a cada lado, calles Claustrilla y Puertas de Pro, una torre tambor. Desde que en el siglo anterior la plaza Mayor se trasladó del Tovasol a su actual emplazamiento, el Collado se convirtió todavía más en la principal arteria de Soria por donde discurría la población que residía dentro de las murallas y la amplia población que poco a poco se iba asentando en el arrabal del Salvador, con lo que esta puerta de la ciudad pasó a ser la más utilizada y resultaría lógico adecuarla para impresionar a los visitantes y forasteros que así, entenderían que entraban a una ciudad importante.

        Según una tradición más o menos legendaria, la puerta surgió accidentalmente, en 1328, cuando, junto a un cubo de la muralla, los sorianos hicieron una brecha que les permitiera salir disimuladamente y defenderse de las huestes del rey Alfonso XI. La brecha se convirtió en un sencillo portillo que daba acceso a esa parte de la ciudad y que con el tiempo se convirtió en el principal lugar de paso. Por ello, a finales del XV o comienzos del XVI, nuestros antepasados decidieron convertir aquel simple acceso en una portada monumental por lo que rehicieron la puerta y, por el lado norte, le construyeron un cubo o torrejón gemelo al original del lado contrario, y sin más función arquitectónica que la de permitir que la disposición de la puerta fuera simétrica.

        No contentos con esa solución, la puerta fue reacondicionada y redecorada, se le colocaron los escudos que citábamos al principio, un reloj con su campana y hasta una imagen de la Virgen. Durante muchos siglos aquella puerta fue el orgullo de la ciudad y, hasta en el siglo XIX, se convirtió en un símbolo caduco de un pasado triste y oscuro que no podía volver, por lo que, con la excusa de que la puerta era un cuello de botella para el tráfico de carros, la puerta fue derribada.

        Como fantasear no cuesta dinero ni es pecado, nos hemos puesto a divagar y soñar cómo sería este rincón de nuestra ciudad si no se hubiera eliminado y, aunque el resultado no tenga mayor interés que saciar nuestra curiosidad, este puede ser el resultado de esa ucronía.

Montaje fotográfico de la reconstrucción de la puerta del Postigo realizada por Felipe Barnuevo Hernández sobre una imagen actual del acceso al Collado desde marqués del Vadillo.


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