Una de las utilidades de la Historia es comprobar como muchos acontecimientos se van repitiendo de forma parecida a lo largo de los siglos pues, salvando las distancias, ni las personas de hoy ni sus actitudes son tan diferentes de las de antaño, y algunas soluciones del pasado pueden seguir siendo actualmente igual de válidas.
Un
ejemplo. Los últimos años del siglo XIV fueron bastante tranquilos, sobre todo
si los comparamos con el resto de la centuria que en lo bélico fue bastante
agitada. En estos años la economía castellana se había desarrollado gracias al
aumento de las exportaciones de lana al norte de Europa ya que los ingleses,
que hasta unos años antes se comportaban como auténticos corsarios, no ponían tantos
impedimentos al comercio marítimo, aunque no todas las comarcas castellanas se
desarrollaron igual pues Soria, por ejemplo, no acaba de despegar.
El
problema era que varias epidemias de peste, o una misma que no acababa de
desaparecer, diezmaban la población castellana pero se cebaba en nuestro
territorio provincial. En Soria capital, en 1391, la peste había reducido la
población a unos setecientos habitantes cuando, cien años antes, habría residiendo
entre 1.000 y 1.500 hebreos y unos 2.000 cristianos.
En 1394
reinaba en Castilla el rey Enrique III “el Doliente”, un chaval de quince años
de edad e irascible carácter, así llamado por su salud quebradiza, pero que
supo o tuvo la suerte de tener unos buenos consejeros que le permitieron
expandir su reino y controlar una nobleza, no tan noble como su nombre indica.
A este
monarca le plantearon los sorianos que,
como la ciudad se hallaba muy mermada de población, una medida que favorecería
el asentamiento de población foránea y evitaría la emigración de la autóctona
sería reducir los impuestos que pagaban los pecheros, algo que según
Loperráez (Descripción Histórica del
Obispado… IIº tomo página 112) el monarca aceptaría tal día como
hoy de 1394.
Aquella
epidemia de peste pasó, y vendrían otras y de otras enfermedades. Y la
población aumentó, se estabilizó y disminuyó según ciclos. En la actualidad y
desde hace ya muchos años, Soria se vacía y de no actuar rápido con medidas
eficaces y contundentes, como un trato fiscal ventajoso, Soria desaparecerá.
Ya no nos
conformamos con pedir igualdad. Tras años, siglos en los que se nos ha
marginado, los sorianos exigimos equidad y justicia, que se nos conceda el
trato ventajoso del que nos privaron.
Vista de la ciudad hacia 1980, atribuida a Alejandro Plaza, archivo Asociación de Amigos del Museo Numantino, depositada en JCYL AHPSo nº 15937. |
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