Uno de los inconvenientes del sistema democrático a través de
representantes públicos es que a veces, y más a menudo de lo que desearíamos,
el delegado en cuestión defiende unos intereses particulares o impuestos por su
partido que son contrarios de los que desean quienes le han elegido, e
incomprensiblemente acaban votando en perjuicio de sus representados.
El
problema no es nuevo y ha sucedido en muchos organismos asamblearios a lo largo
de la Historia como por ejemplo en las Juntas de la Universidad de la Tierra de
Soria donde eran muy frecuentes estas discusiones en la elección de sus
representantes o sexmeros para su Junta.
En principio el sistema de elección se realizaba
mediante votación en la que cada pueblo, con independencia de su número de
vecinos, tenía derecho a un sólo voto. Esa asamblea vecinal de cada pueblo
tomaba el acuerdo y elegía a un delegado, generalmente el alcalde del pueblo, para
que acudiera a las juntas de pueblos de cada sexmo y allí otorgase el voto del
pueblo, no el particular. Sin embargo parece que hubo problemas entre los votos
mayoritarios de cada pueblo y el particular de cada alcalde pues la Junta de la
Universidad de la Tierra de 25 de octubre tomó el acuerdo de que cada delegado
llevase "sus botos por escrito y con
la zertificación de aberse nombrado la persona por la mayor parte de los
vezinos de cada conzejo".
Suponemos que muchos de estos alcaldes o delegados que
votasen en contra de la opinión mayoritaria de lo pactado acabasen corridos a
gorrazos y en el pilón. Sería interesante estudiar la recuperación de esa solución
para pagar a todos aquellos concejales, procuradores o diputados que siguiendo
la disciplina del partido han votado y votarán negativamente tantos y tantos
proyectos beneficiosos para Soria.
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