El problema del
abastecimiento de aguas en la ciudad de Soria ha sido uno de los más destacados
de la ciudad y cada vez era más preocupante. En este último cuarto del siglo XX
a la escasez de aguas surgieron varios brotes epidémicos de cólera, viruela y
tifus motivados por un suministro inadecuado y las autoridades municipales no
sabían qué hacer. El problema fundamental era la falta de dinero y es que los
proyectos más económicos no aseguraban el suficiente caudal. Otros proyectos
mucho más costosos eran los de llevar las aguas desde el río hasta un depósito
que se construirá en el Castillo o construir un viaducto de unos cuarenta
kilómetros río arriba, pero ambos proyectos se entendían como obras faraónicas
e inasumibles.
En sesión municipal de 13 de octubre de 1883 se volvió a tratar el
asunto, entendiéndose que pese a su elevado coste la solución idónea era la de
subir el agua del Duero a unos depósitos construidos en el Castillo desde el
Molino de En medio (la elevadora hoy conocida como Museo del Agua) pues esta
forma era la única que aseguraba un suministro adecuado estimado entonces en 50 litros de agua por
persona y día para los siete mil habitantes de la ciudad.
Finalmente esa fue la solución acordada, encomendando ya en este año al
ingeniero Manuel Garbayo y Moreno que redactase el proyecto cuyas obras -expropiación del molino aparte- se calcularon en ciento dos mil pesetas,
612 euros.
Una de las clásicas
fuentes de la ciudad, la de la plaza de San Pedro que desmontada y parcialmente
mutilada sigue almacenada en dependencias municipales en espera de reubicarse
en otro emplazamiento.
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