En esta jornada de hoy queremos recordar y
homenajear a un sector laboral afortunadamente desaparecido, al de las
lavanderas sorianas, y lo decimos como algo positivo por que la necesidad de
lavar ropa a mano en el río tuvo que ser una labor muy dura, pero aún sería
peor cuando a diario se lavaba la de otras personas como único recurso
económico.
Aunque la actividad de lavar
la ropa para otros ha debido ser inherente a la de la propia Historia de la
humanidad, en Soria no fue hasta finales del siglo XIX cuando este importante
colectivo de carácter casi exclusivamente femenino decidió asociarse bajo la
forma de cofradía gremial con el fin de poder disponer de algún tipo de
asistencia social en caso de enfermedad o muerte. Fue el 1 de septiembre de
1900 cuando un grupo de lavanderas tomó el acuerdo de agruparse bajo el amparo
de la Iglesia Católica con el fin de asistirse mutuamente en caso de necesidad
material o espiritual para lo cual las asociadas disponían de una pequeña
cantidad de dinero obtenido por su cuotas de una peseta al ingreso y un real
mensual. En caso de enfermedad acreditada por informe medico, la lavandera
enferma podría obtener una cantidad de dinero mientras durase su incapacidad,
pero también tenía derecho a ser acompañada y velada por dos lavanderas del
colectivo que por rigurosos turno se comprometían a asistirla. En caso de
muerte inminente, todas las asociadas se comprometían a acompañar a la enferma
durante la administración de los últimos sacramentos, así como al entierro,
misas en su memoria y el gasto derivado por el entierro, siendo sancionadas con
una multa económica las que no acudiesen a estos actos. Además de esa
asistencia social, las lavanderas organizaban otros actos propios como el de
celebrar una misa en San Saturio cada 8 de mayo, jornada en la que
obligatoriamente todas debían confesar y comulgar.
Este tipo de asistencia
económica, social y religiosa hoy puede resultarnos extraña pero prácticamente ha
sido el único sistema de atención social de las clases populares desde que este
sistema gremial nació en Soria en el siglo XIII con la cofradía de San Miguel o
de los Recueros, hasta este ejemplo de finales del XIX.
Aquella sociedad de
lavanderas agrupó a muchas mujeres, en muchos casos nuestras madres y abuelas,
y existió hasta 1963 cuando ya fueron imponiéndose nuevos sistemas de
asistencia sanitaria y social, pero sobre todo dejó de tener sentido cuando
aquellas mujeres fueron sustituidas por las lavadoras, ese electrodoméstico al
que tan poco caso le hacemos pero cuya implantación popular originó en su día
una auténtica revolución femenina, pues es de justicia reconocer que aunque
queda mucho por avanzar, entonces eran ellas y sólo ellas las que se ocupaban
de esta ingrata labor domestica. Pero ya muy lejos quedan aquellas estampas de
mujeres que desfilaban por la calle Real cargadas con pesados cestos de ropa
que debían romper el hielo del Duero en invierno para restregar las manchas
entre sabañones y jabón de sosa.
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