En esos años los muchos clérigos de El Burgo de
Osma debían estar tan atareados con sus múltiples tareas religiosas que no
llegaban a todo, por lo que en 1589 el obispo de Osma Sebastián
Pérez de Aguilar (1583-1593) solicitó la llegada a la villa burgense de una
orden de frailes, siendo los carmelitas los elegidos y con quienes se firmó un acuerdo por el que el obispo se
comprometía a construir en la villa un monasterio para al menos doce religiosos
dotado de iglesia, coro, capilla con retablos y todas las dependencias necesarias.
A cambio los carmelitas se comprometían a tener una comunidad mínima de doce
frailes entre los cuales debería haber un mínimo de cuatro sacerdotes y un
predicador que ejercería cuando el cabildo se lo pidiese y nunca mientras
hubiera misa en la Catedral. La capilla mayor sería para enterramientos del
obispo y de sus familiares.
Pero
en ese año escaso debió surgir algún problema, probablemente relacionado con
las competencias entre frailes y clero regular, pues el obispo se desentendió
de lo negociado aunque concedió a los carmelitas 3.000 ducados para que se compraran el terreno y construyeran el
edificio. Es probable que los frailes quisieran desentenderse del proyecto pero
al final lo verían interesante y decidieron quedarse pues el 7 de agosto de
este año comunicaron al Cabildo de la catedral que ya habían elegido el solar
donde construir su convento en la villa y que era el solar de la casa y huerta
del arcediano Brizuela.
Los frailes se asentaron allí aunque las obras de
construcción no empezaron hasta cinco años después.
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