El ermitaño
Saturio había sido declarado santo por aclamación popular pocos años después de
su muerte pero esos procesos de canonización antiguos sin control papal unido a
la gran antigüedad de la época en la que vivió hacía que aunque los sorianos no
dudasen de la santidad de su santo, la postura oficial de la Iglesia Católica
fue mucho más cautelosa y oficiosamente su existencia hasta se ponía en duda.
Los sorianos no
albergaban dudas y sus obispos tampoco pues realizaron irrefutables pruebas
técnicas sobre sus restos como la de comprobar que olían a perfume, pero aún
así no estaban satisfechos y querían que el papa reconociese oficialmente la
santidad de Saturio. Para ello se inició una campaña en la implicaron al rey
Felipe V quien debía algún que otro favor a los sorianos por su apoyo en la
Guerra de Sucesión y con beneplácito de la corona española y toda la
documentación recogida en un libro escrito por Juan Antonio Simón y de nombre
larguísimo que resumimos en “El Anacoreta canonizado”, los sorianos remitieron
al Vaticano su propuesta.
Finalmente fue
el 31 de agosto de este 1743 cuando el papa Benedicto
XIV firmó la correspondiente bula en la que reconocía la santidad de Saturio con
todos los derechos y así elevó su liturgia al rango de rito doble de primera
clase con octava para la capital y de rito doble, pero sin octava ni fiesta de
precepto, para el resto del obispado, ordenando también rezar el oficio divino
y misa de San Saturio a todos los obligados al rezo del oficio divino en Soria.
La noticia de esta canonización tardó en llegar hasta a capital soriana
casi un mes, concretamente el 28 de septiembre, y causó tanto alborozo que los
sorianos decidieron tomarse un tiempo para organizar unas fiestas como nunca se
habían conocido en Soria (y probablemente no se hayan celebrado otras igual) y
organizaron unas fiestas extraordinarias entre los días 2 al 10 de noviembre en
los que hubo corridas de toros mañana y tarde hasta lidiarse 37 animales,
bailes, fuentes que daban vino, procesiones, misas solemnes, iluminaciones
nocturnas, fuegos artificiales, reparto de limosnas a los pobres… Los festejos
fueron tan importantes que el sacerdote y poeta adnamantino Manuel
Gutiérrez Caravantes decidió recordarlos y publicar un libro en verso titulado Descripción de las fiestas que celebró la Ciudad de
Soria al glorioso San Saturio, su hijo y patrón.
Imagen de San Saturio en el citado libro de Manuel Gutiérrez Caravantes. |
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